sábado, 6 de marzo de 2010

Ventanas de Carbono

Por: Jairo A. Vásquez Pravia (*) 

La contaminación es reconocida en términos económicos como una externalidad, es decir, el producto de una decisión que causa perjuicios o beneficios a terceros por el uso de un bien público (Ejemplo, el aire o las aguas de un río). El cambio climático es considerado como una externalidad negativa, dado que el efecto causado por las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, al quemarse grandes cantidades de combustibles fósiles, está causando perjuicios económicos a todos los países por igual, sean o no altamente contaminantes. La creciente preocupación sobre los efectos económicos del cambio climático a nivel mundial está estimulando a que los flujos de inversión se redireccionen crecientemente hacia mercados considerados verdes como el de créditos de carbono, a pesar de que los marcos regulatorios existentes están todavía en proceso de refinamiento. Prueba de lo anterior son estas cifras reveladoras: 

Según la firma consultora Point Carbon, el mercado de créditos de carbono a nivel mundial triplicó su valor en unos 60 mil millones de dólares en el año 2007 y se espera que valga más de un trillón de dólares en menos de una década. De acuerdo con cálculos de la organización conservacionista Katoomba Group, las operaciones voluntarias con créditos de carbono a nivel mundial crecieron en un 200% durante el año 2007 y valen actualmente más de 100 millones de dólares. 

Para poder mitigar las perjuicios económicos del cambio climático es fundamental que los patrones de inversión y de consumo, tanto de empresas como individuos, se dirijan cada vez más hacia productos y tecnologías menos emisoras de gases de efecto invernadero (GEI), especialmente, en las grandes economías como China Popular, Rusia e India, dado que durante los próximos 50 años se estima que el 70% de todas las emisiones de GEI provendrán de estos países junto a las de los países en vías de desarrollo, como el nuestro. 

Una forma muy efectiva de lograrlo es incrementando el vínculo entre organizaciones conservacionistas y empresas a través de iniciativas ambientales que trasciendan el mero interés filantrópico, enfocándose en estimar los costos económicos imputados al resto de la sociedad por la contaminación generada por estas últimas, y al mismo tiempo mostrándoles los beneficios económicos que pueden surgir, por ejemplo, de la neutralización de sus emisiones de GEI y/o de la adopción de prácticas de producción más limpias. 

Todavía estamos a tiempo de mitigar los efectos del cambio climático, pero cada vez la ventana para lograr cambios visibles se va achicando como quedó demostrado en la reciente cumbre de Copenhague, clausurada sin la firma de ningún acuerdo vinculante entre los países asistentes. Queda en nosotros hacer algo por nuestro planeta, que es la única casa que tenemos todos en este inmenso universo. 

Artículo publicado en el Diario La Prensa del día 27 de diciembre de 2009. 

 (*) El autor es economista.

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