sábado, 6 de marzo de 2010

Una Hoja en la Tempestad.

Por: Jairo A. Vásquez Pravia (*) 


¿Qué es la biodiversidad? Pareciera tener una respuesta sencilla, pero las apariencias engañan. La biodiversidad es algo tan simple como las bacterias que habitan en nuestros intestinos, el pececillo de la quebrada, las arañas que tienden su tela en los rincones de una casa, o algo tan complejo como los genes que son el código para crear un ser humano, los bosques del Darién o de la Isla de Coiba, la inmensidad del Océano Pacífico. A fin de cuentas, es la variedad de vida en la Tierra, en todos los niveles, desde los genes, pasando por organismos individuales a especies hasta vastos hábitats, así como todos los vínculos e interacciones entre todos y cada uno de los seres vivos que los componen. 

La biodiversidad se encuentra íntimamente ligada al clima, pero estas interacciones no son apreciables a simple vista. Por ejemplo, cuando los bosques son talados, tanto el clima local como el global son afectados dado que la remoción de árboles causa cambios en los niveles de humedad y temperatura, así como el carbón retenido en éstos es liberado a la atmósfera. Se calcula que al deforestarse y quemarse una hectárea de bosque tropical húmedo se envían aproximadamente unas 500 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.Más alarmante aún, se estima que un solo día de deforestación en nuestro planeta equivale a la huella de carbono generada por ocho millones de personas viajando ese mismo día al mismo tiempo a la ciudad de Nueva York. 

Así como el cambio climático afecta a la biodiversidad, así también cambios en la biodiversidad pueden afectar el clima mundial. Quizás más significativamente, cambios en el uso de la tierra que conllevan a una reducción de la biodiversidad igualmente traen un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Se ha calculado que un tercio de todo el dióxido de carbono liberado entre 1850 (aproximado inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra y los Estados Unidos) y principios de este siglo ha tenido como origen la destrucción de bosques a partir del cambio en el uso de la tierra. Cerca de un tercio de toda la superficie de nuestro planeta es utilizada para la producción de alimentos. 

Aproximadamente unas 7,000 especiales de plantas han sido cultivadas y recolectadas para alimentos por los humanos desde que la agricultura inició hace unos 12,000 años. En la actualidad solo unas 15 especies de plantas y ocho especies animales suplen el 90% de toda la comida que consume toda la población mundial anualmente. Si por cosas del destino se redujera la productividad de nuestra biota más estratégica, las consecuencias serán terribles para todos en muy poco tiempo. Si bien no ha sido al ritmo dramático de los demás países centroamericanos, la pérdida de cobertura boscosa de la República de Panamá ha sido notable durante las últimas cinco décadas. Por ejemplo, sólo entre 1950 y 1960 ésta se redujo de un 68% a un 58%. 

De acuerdo con datos oficiales de la ANAM, la cobertura boscosa actualmente representa el 44% de la superficie total del país, siendo deforestadas aproximadamente unas 75,000 hectáreas por año en promedio para dar paso a la ganadería extensiva, monocultivos, proyectos hidroeléctricos y urbanísticos, carreteras, en fin, lo que conocemos como desarrollo. 

 A diferencia de muchos países de la región con sectores agrícolas e industriales mucho más complejos, y a la vez mucho más emisores de GEI, la República de Panamá posee condiciones ideales para implementar una política de mitigación de los efectos del cambio climático a un mucho menor costo y en menor escala que aquellos, en atención a su demografía, patrones de consumo de energía, cobertura boscosa todavía apreciable, entre otras. Queda de nosotros hacerla realidad, y si bien los que estamos aquí y ahora no veremos sus beneficios completos, las futuras generaciones de panameños nos lo agradecerán profundamente. 

El cambio climático es un problema global, pero cada uno de nosotros tiene la capacidad necesaria para aportar a su mitigación por más pequeñas que sean nuestras acciones. 

Artículo Publicado en el Diario La Prensa el día 06 de marzo de 2010. 

 (*) El autor es economista.

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