martes, 21 de mayo de 2013

Los Manglares y su Rol en el Cambio Climático.

Por: Jairo A. Vásquez Pravia (*)

Los manglares situados en las costas que dan al Golfo de Panamá cubren aproximadamente unos 893 kilómetros cuadrados de esta eco región, la cual en total abarca unos 2,424 kilómetros cuadrados. De esta extensión estimada de manglar, ya más de 100 kilómetros cuadrados han sido degradados ambientalmente y convertidos a áreas de uso humano intensivo. Por otro lado, los bosques de mangle de Bahía Las Minas en la provincia de Colón han sido afectados por grandes derrames de combustible durante los últimos treinta años. De acuerdo con información presentada en 1997 en la revista Neotropica, el primer derrame ocurrió en 1968 cuando un buque tanquero en la citada bahía sufrió ruptura del caso y se hundió, liberando entre 2.8 a 3.8 millones de litros de aceite diesel y combustible bunker tipo C, matando 49 hectáreas de manglar, es decir, un   4 % de los manglares existentes en la bahía en ese momento. El segundo ocurrió en 1986 cuando un tanque de reserva de la entonces Refinería Panamá colapsó, liberando al menos 8 millones de litros de petróleo crudo, eliminando 69 hectáreas de bosque de manglar, es decir un 6% de lo contabilizado en la Bahía por investigadores panameños y estadounidenses. Todavía en el 2013 se observan los efectos perjudiciales de tales derrames sobre la biota de esta área, así como de derrames menores a posteriori a los ya citados.

Resulta preocupante reconocer que once de las setenta especies de mangle (16%) reconocidas mundialmente se encuentran en un elevado riesgo de extinción. Una de las áreas de especial preocupación precisamente son las costas caribeñas y pacíficas de América Central, donde tanto como un 40% de las especies allí inventariadas están en riesgo de desaparecer en los próximos veinte años.

A pesar de representar solo el 0.4% de la superficie boscosa en pie a nivel mundial los manglares proveen por lo menos 1.6 millardos de dólares cada año en servicios ambientales a la población de nuestro planeta (ej. filtración de sedimentos, contención de basura orgánica e inorgánica que de otra forma iría directo al mar), al mismo tiempo que sustentan la vida de infinidad de comunidades costeras a nivel mundial, especialmente las dedicadas a la pesca artesanal y al turismo a pequeña escala. Los bosques de mangle son sumideros altamente eficientes para capturar carbono y reducir el calentamiento global: lo hacen a un ritmo al menos seis veces superior por hectárea que los bosques tropicales lluviosos primarios.

Para la industria pesquera de nuestro país,  su propia existencia y rentabilidad actual y futura depende de bosques de mangles saludables y extensos en los golfos de Chiriquí y Panamá, dado que la gran mayoría de especies comerciales como por ejemplo el pargo, la corvina, camarones rojos y blancos, al igual que almejas, longorones y demás bivalvos y univalvos en nuestro país cumplen su ciclo biológico más importante (el de la crianza) dentro de los manglares. Se estima que una hectárea de manglar le representa a la industria pesquera panameña más de 500,000 dólares por hectárea en ingresos potenciales por año.

Pero el común de la gente se preguntará, aún hoy, por que razón ciertos sectores de la sociedad panameña todavía insisten en salvar los manglares panameños sino son más que áreas insalubres, pantanosas, llenas de mosquitos y punto de entrada para actividades del narcotráfico? No sería mejor opción el sanearlas e incorporarlas al pujante desarrollo nacional mediante rellenos, carreteras, urbanizaciones y centros comerciales?

La respuesta es sencilla: los manglares son nuestros principales aliados naturales para mitigar los efectos del cambio climático en la zonas más vulnerables del planeta: las costas tropicales. Si los protegemos, nos protegemos nosotros y las futuras generaciones también, si esa no es suficiente razón, pues no se cual otra podría ser.


(*) El autor es economista.



Artículo publicado en el Diario La Prensa el día lunes 20 de mayo de 2013.