lunes, 24 de septiembre de 2012

Un Debate Necesario.

Por: Jairo A. Vásquez Pravia (*)

Desde el siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, las políticas públicas a nivel mundial se centraron en dirimir la lucha entre los valores económicos (acumulación del capital, impulso al comercio, crecimiento económico) y los valores sociales (sueldos y salarios, condiciones laborales, bienestar social, vivienda, salud y educación digna y universal).

Aunque debe reconocerse que estos temas todavía no han sido resueltos en, prácticamente, ningún país del mundo, puede argumentarse que desde la década de 1970 otros asuntos y tensiones han ganado relativa notoriedad. Dos temas son de particular interés en la actualidad: el conflicto preservación del ambiente natural frente al crecimiento económico, así como el suscitado entre la preservación del ambiente natural y la justicia social. En efecto, los valores ambientales (entre otros) se han agregado y, al mismo tiempo, complicado aún más el cuasi eterno debate entre la derecha y la izquierda política que es, en el fondo, el eterno debate entre los que más y menos tienen por el acceso al poder.

El bienestar actual de la humanidad y, ciertamente, su supervivencia en el mediano y largo plazo dependen del éxito continuo de una interminable lista de plantas y animales –muy pocos de los cuales han sido domesticados– en muchas formas que apenas alcanzamos a entender plenamente. Nuestras reservas mundiales de alimentos podrían solo durar por un número limitado de meses si nuestra capacidad de producirlos, de repente, se ralentizara, ya sea por causas naturales o antrópicas. Esta capacidad está determinada, a su vez, por los niveles de precipitación pluvial y niveles de temperatura, por la actividad de muchos insectos como las abejas, así como por la vida microbiológica encontrada dentro de los distintos tipos de suelo del planeta.

La forma en que entendemos y valoramos la ecología, claramente, tiene implicaciones sociopolíticas muy importantes para el presente y el futuro de nuestras sociedades, lo que se ha venido demostrando en los últimos años a medida que la temática ambiental ha pasado a tener preponderancia, no solo a nivel noticioso sino en la agenda de más de una plataforma política de candidatos a puestos de elección, ya sea por el mero interés de suscitar simpatías y votos, o bien porque en contadísimos casos de verdad han internalizado el mensaje.

La integración de la economía, la equidad y la conservación ambiental es y debe ser un proceso político, fraguado por discusiones y dilemas de tipo ético. Más aún, estos vitales temas no pueden ser resueltos solamente sobre la base de meras estadísticas o “recetas” aplicadas a distancia desde los centros de poder mundial y/o por las ONG multinacionales que en el fondo responden a los mismos intereses. Las soluciones requieren per se de un esfuerzo denodado de pensamiento colectivo sobre qué tipo de sociedad en realidad queremos. Temas como las implicaciones ambientales de la construcción del tercer juego de esclusas por el Canal de Panamá, el estado presente y futuro de los humedales de la bahía de Panamá, la III fase de la cinta costera, el proceso de desertificación de la península de Azuero, las implicaciones de los proyectos hidroeléctricos en Chiriquí y Bocas del Toro (aguas abajo), entre otros muchos, son ejemplos que requieren de ese esfuerzo de pensamiento colectivo sobre el tipo de país que queremos para nosotros y nuestros hijos.

En una democracia, los valores fundamentales son algo que cada uno de nosotros debe establecer por sí mismo. Algo muy importante que nuestros ciudadanos que conforman la autodenominada clase política convenientemente olvidan: las instituciones democráticas son exitosas o fracasan en el tiempo sobre la base de su habilidad de integrar los valores ciudadanos dentro de decisiones colectivas efectivas. Pero más aún, nuestra sociedad panameña no será exitosa y sostenible a largo plazo en el mundo globalizado si no enfrentamos con entereza los retos difíciles y las decisiones duras que nos tocará tomar en temas como seguridad, educación y salud.

Queda de nosotros decidir cómo y cuando nos sentaremos a debatir y llegar a un verdadero consenso nacional. El Panamá de hoy y el que vendrá esperan a gritos nuestra respuesta.

Artículo de opinión aparecido en el diario La Prensa del dia miércoles 22 de agosto de 2012.

(*) El autor es economista.

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