Por: Jairo A. Vásquez Pravia (*)
El desarrollo sostenible vincula el bienestar de las
generaciones con la capacidad de la biósfera de sostener la vida y tiene un
enfoque de política pública. El desarrollo sostenible no es un estado fijo sino
mas bien un proceso de cambio en el cual la explotación de los recursos
naturales, la dirección de los flujos de inversión, la orientación del cambio
tecnológico y los cambios institucionales se articulan con las presentes así como
con las futuras necesidades. En la actualidad, las sociedades industriales se
encuentran viviendo a costa de las futuras generaciones, lo cual ha traído crisis
financieras institucionales que socavan en estos momentos la estabilidad de
economías como la estadounidense, la japonesa y de un grupo significativo de
países del sur de Europa.
Nuestra economía no escapa a esta inexorable máxima, tal y
como lo comprobamos al verificar que aun a pesar del crecimiento sostenido del
PIB a un ritmo de mas del 8.5% anual en promedio durante los últimos siete
años, todavía la deuda publica representa aproximadamente el 42% del valor de
este indicador, lo cual contrasta con el 70% que representaba en los años
setenta, todavía nos mantiene en una posición un tanto vulnerable ante los
vaivenes de los flujos de inversión directa a nivel mundial.
La expansión del Canal de Panamá y una gran cantidad de
megaproyectos en diferentes fases de construcción tales como hidroeléctricas,
el saneamiento de la Bahía de Panamá, la primera línea del metro de la ciudad
capital, expansión de los puertos de contendedores, entre otros se espera que
impulsen y extiendan el incremento sostenido de la actividad económica por unos
cinco a diez años más, lo cual en teoría representa una oportunidad histórica
para hacer progresos sustanciales en reducir la persistente pobreza e inequidad
existente, dado que todavía un tercio de la población de nuestro istmo vive en
pobreza y cerca del 15.1% lo hace en extrema pobreza, las cuales son cifras
realmente escandalosas.
El financiamiento de los actuales estándares de consumo de
bienes y servicios de la población panameña por medio del endeudamiento resulta
ser totalmente insostenible desde un punto de vista intergeneracional, incluso
manteniéndose o incrementándose el presente gasto público social tal y como lo
han venido realizando los últimos dos gobiernos de Torrijos y Martinelli con el
consabido incremento del déficit presupuestario, ciertamente ha contribuido a
la formulación de controvertidas propuestas como la propuesta venta de un
significativo porcentaje de las acciones del Estado panameño en empresas de
servicios públicos, trayendo como consecuencia el rechazo de amplios sectores
de la población en fechas recientes con sus secuelas de tensión social.
En el presente y futuro para intentar garantizar la sostenibilidad de
la nación panameña no solo deberá evitarse
la sobre explotación de sus recursos naturales, sino también será importante
que se posean los mecanismos adecuados para desactivar la bomba de tiempo que
representa nuestro creciente endeudamiento público.
Si los esfuerzos que necesita realizar el actual gobierno
panameño para mantener bajo control los crecientes niveles de endeudamiento se
deciden aplazar o ignorar por el comienzo de la campaña presidencial rumbo a
las elecciones generales de mayo del 2014, muchos de los pasados y presentes
esfuerzos de grupos de la sociedad civil por promover el desarrollo sostenible
mas que nunca caerán en oídos sordos, avizorándose
conflictos sociales mas agudos a futuros, ya no solo por temas como la inseguridad
o la percepción de corrupción, sino por temas tan vitales para humanidad como
la disponibilidad de agua en condiciones adecuadas.
Panamá, 25 de junio de 2012.
(*) El autor es
economista.
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